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todayoctubre 31, 2024
El reloj marca las 5.30 de una tarde calurosa de octubre en Tegueste, Tenerife. Desde el interior de un terrero o campo de lucha, se oyen indicaciones de un entrenador a un grupo de personas. No se distingue la edad porque hablan todos a la vez. Al cruzar la puerta del Terrero Mencey Tegueste se observa a la cantera de la lucha canaria entrenando; los niños de la Escuela Municipal corriendo en círculo a modo de entrenamiento.
Es la mayor instalación deportiva para practicar la lucha en las Islas y está en uno de los municipios con más arraigo a este deporte vernáculo del Archipiélago, que arrastra más afición tras el fútbol. A excepción de La Gomera, única isla que no tiene ni terrero ni equipos, todas mantienen intacto este deporte en el que el objetivo es desequilibrar al contrario hasta que toque el suelo con cualquier parte del cuerpo sin permitirse la agresividad ni violencia. Tenerife es la que más equipos tiene, con 18 masculinos y 7 femeninos; en Gran Canaria, 18; en La Palma, 7; en Lanzarote, 6; en Fuerteventura, 5; y en El Hierro, 1 a pesar de tener 5 terreros y haber llegado a los 5 equipos. En total, más de 300 luchadores entre hombres y mujeres.
El entrenamiento continúa. Los niños pisan el campo de arena, previamente mojado con agua para evitar daños físicos, y se dividen en equipos; el más pequeño, de 4 años, no se achica y es de los primeros en ser llamado a las filas. Dos niñas que, con el pelo recogido con una trenza, son también de las primeras elegidas. En las gradas, las familias orgullosas mirando y un niño, que no tendría más de 3 años, merendando un sándwich mientras no pierde detalle de lo que ocurre en el campo.
Abián González y su hermano Rucadén son dos de los tres monitores de la Escuela que, para este curso, ya cuenta con casi 60 niños y niñas. «Los entrenamientos cada día son diferentes porque nunca sabes lo que te vas a encontrar, los niños siempre tienen algo nuevo con lo que salir», comenta. Además, y eso lo corrobora el ambiente, afirma que «son divertidos y súper amenos porque tienen ganas de aprender y saber cosas nuevas».
Mientras, en el terrero, Rucadén para la actividad y se hace el silencio: «El problema está en no escuchar, no escuchan» y vuelve a explicar un juego de estrategia y técnica que consiste en coger material del suelo evitando ser golpeado por una cuerda que no para de girar. El niño más pequeño entra y sale dando brincos tras haberlo conseguido y es que «no hay límite de edad en esta escuela, salvo los que cumplen 14 que ya pasan a competir en categoría cadete«, señala Abián, que, a su vez, es jugador en el Club de Lucha Victoria, en el norte de Tenerife.
Igual que en todos los deportes, hay categorías: «Aquí entrenamos a los de prebenjamín, benjamín, alevín e infantil, independientemente si eres niño o niña». Tras ello, las categorías superiores de Destacados (C, B, A) y Puntales (C, B, A). Estos últimos son los de mayor rango. De hecho, y a pesar de ser un deporte autóctono, se ha llegado a pagar hasta 80.000 euros a algunos de estos jugadores.
Esta escuela, que ya ha cumplido 80 años de edad, celebrados el pasado septiembre con una luchada histórica que contó con los más veteranos, de 70 años, y estos niños, ha sido fiel testigo del relevo generacional y de la tradición familiar de un municipio volcado en su historia. González confirma que hay mucha tradición de padres a hijos e incluso nietos: «Mi hermano (que no supera los 40 años) ya está entrenando a hijos de aquellos niños que él tuvo como monitor».
«Aquí hay niños que han venido desde chiquitos a las luchas porque estaban sus padres, sus tíos o sus abuelos en el terrero y ya ellos quieren ser luchadores, después están los que vienen prueban y se van o los que se quedan porque es el deporte de sus vidas«, sostiene. Sin embargo, todos ellos tienen algo muy claro: «En este terrero preferimos tener tres buenas personas que tres súper luchadores porque lo primero que se les inculcan son los valores de la lucha; buena gente, respeto siempre al rival y prohibidos malos gestos».
Porque si algo ha destacado siempre en los 500 años de vida de la lucha canaria, que empezó como una disciplina para dirimir conflictos o resolver rencillas por la propiedad de terrenos, son los valores. A pesar de ser un deporte de contacto, siempre debe haber nobleza, respeto al vencido y cuidado por las formas. Tanto es así que, cuando un luchador cae a la arena, recibe la mano del vencedor mientras abandona el terrero. Su complexión fuerte (en su mayoría de más de 100 kilos de peso) no vale muchas veces porque, no se trata de saber quién tiene más fuerza, sino quién tiene maña para tirarle y, para eso, es necesario conocer al rival y una pequeña dosis de mala idea para poder tirarle.
Abril es una niña que nació el pasado mes de agosto y ya ha visitado varias veces el terrero de Tegueste. Su nombre no es casualidad porque, precisamente abril, es el mes de la fiesta grande de este municipio y una de las más destacadas de Tenerife. Su padre, Rayko Hernández, es sobrino y primo de luchadores; «yo venía al terrero a ver a mi tío o a mi primo y empecé a entrenar en este mismo campo«, recuerda. «Por cosas de la vida tuve que dejarlo y volví con 18 años a luchar y ahí pude reforzar los valores de vida que da la lucha canaria», añade.
A día de hoy es directivo del Club de Lucha Tegueste y participó en la lucha histórica del 80 aniversario tras el carrito donde se encontraba su hija. Nada más acabar en el terrero, fue a dar con ella: «Quiero inculcarle lo que la lucha nos hace sentir, vendrá a la escuela y estará en la cantera del equipo de su tierra, de aquí salen grandes luchadores pero, también, magníficas personas». «Cuando crezca decidirá. Hasta entonces, seguiré trayéndola a la lucha con orgullo y que vea los valores de un deporte que nos hace grandes«, concluye con emoción.
Si en algo coinciden tanto los monitores, los familiares y luchadores es en la falta de impulso que tiene la lucha canaria en los centros escolares. «No es normal que solo se practique este deporte en la semana del Día de Canarias y el resto del año no sepas ni dónde poder llevar a tu hijo a practicarlo», lamenta un padre. «Está garantizado el relevo, sí, pero por actividades como esta Escuela de Tegueste, sin embargo, hay municipios en Canarias que no saben ni qué es un terrero ni es una maña, solo lo ven por la tele o si van a otro lugar a verla», incide otro. Y es algo que también alude González: «Es la gran asignatura pendiente. Nosotros estamos con un proyecto insular en los colegios, pero estás con los niños 20 minutos, en ese periodo te da tiempo solo a explicarle un poquito y nada más. Ellos quieren que se enseñen las tradiciones en los colegios y ahí deberían poner el empeño las instituciones».
Nos vamos del terrero casi con el entrenamiento finalizado y en la mente solo suena una cosa, la letra del himno de la lucha: «La lucha canaria es mano al calzón y a la espalda, genio, destreza y valor, y limpieza en la mirada». Porque esos niños, aún con la mirada inocente y una sonrisa noble, no son conscientes de que están manteniendo un deporte autóctono y vernáculo, y que, aunque a alguno le costara mantenerse en pie, dirá algún día, como también refleja su himno, que «el grande perdió y el chico ganó, como ganaron Méndez y Angelito, Palmero y Camurria, frente a rivales de peso mayor».
Fuente: El Confidencial.
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