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El Cabildo de Tenerife concedió una subvención al convento “dada la importancia del templo y los riesgos que se corrían”

todayseptiembre 29, 2024 1

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El convento de Santa Clara es una de las joyas patrimoniales que guarda el casco de La Laguna, testimonio vivo de la historia de Aguere y que en la actualidad está siendo objeto de una intervención para restaurar las cubiertas del ajimez o mirador, de gusto mudéjar, y de la iglesia, con su capilla mayor, de este inmueble declarado BIC. En concreto, el deterioro de la impermeabilización de estas cubiertas ha provocado el deslizamiento generalizado de las tejas, con el consecuente riesgo de caída a la vía pública o al claustro del convento, “y el alero de la nave de la iglesia se estaba agrietando y ya empezaba a entrar el agua en los artesonados” provocando patologías puntuales en el interior, explica Alejandro Beautell, arquitecto redactor del proyecto y director de obra.

La redacción y dirección de obra del proyecto, junto con la ejecución de los trabajos, cuentan con un presupuesto total en torno a los 450.000 euros, que ha sido financiado por el Cabildo en su totalidad mediante una subvención directa al convento de Santa Clara, “dada la importancia que tiene este templo y los riesgos que se corrían en cuanto a seguridad por desprendimientos y la afectación por la filtración de agua en momentos de lluvia”, afirma la directora insular de Patrimonio Histórico, Isabel de Esteban.

La intervención no llegará a la cubierta de la zona concreta del convento, ya que su última restauración data de una fecha más reciente. Sin embargo, la última impermeabilización de las cubiertas de la iglesia y del ajimez se realizó hace unos 30 años, por lo que atendiendo a su vida útil y a las patologías detectadas, se hacía necesaria una nueva intervención.
Según explica el arquitecto, las patologías generadas en el interior, de momento, “son puntuales y fácilmente subsanables”, y se pueden ver en forma de manchas de humedad por filtraciones de agua en vigas del artesonado de las cubiertas de la iglesia o en el dormitorio de la denominada Casa Doña Olaya, por ejemplo, o en algunos desperfectos en las paredes. “Por suerte aún no eran generalizadas, sino incipientes, pero si empieza a afectar a la cubierta del altar mayor ya llegamos tarde, porque restaurarlo es carísimo y siempre hay una pérdida” de su valor histórico, apunta Beautell.

Por ello, ante la perspectiva de la llegada del invierno, y las previsibles lluvias del tiempo lagunero, se decidió actuar ya para que los problemas no se agravasen y llegasen a afectar al artesonado o la estructura del edificio, y también por una cuestión de seguridad, “porque podía ser peligroso, tiene una altura grande y las cubiertas tienen tanta pendiente que podían caer tejas” a la vía pública, señala el arquitecto.

Cabe recordar, además, que la cubierta sufrió daños en 2013 por la caída de un rayo, teniéndose que realizar entonces trabajos de emergencia.
En cuanto a la intervención, consta de dos fases. La primera se desarrolló durante este pasado verano con la colocación de los elementos de seguridad en el inmueble, “como medida de urgencia porque nos preocupaba que pudiera caer cualquier teja”, explica Alejandro Beautell, por lo que las cubiertas “se protegieron con plásticos y con redes y hemos puesto el vallado y protección en las entradas”.

La segunda fase ha comenzado esta misma semana con los trabajos de la restauración, que tienen una duración estimada de unos siete meses y suponen “una operación sencilla porque no afecta a la estructura sino a la cobertura, a la estanqueidad del edificio”, indica.
En concreto, en primer lugar se instalarán los andamios por partes y posteriormente se acometerá el levantado de la actual cobertura de teja (que se acopiará para su posterior reutilización) y la retirada de la impermeabilización antigua, el saneado y análisis de los elementos de la estructura de madera, la colocación del aislante térmico y las placas impermeabilizantes, para a continuación volver a colocar las tejas y culminar con el pintado interior y exterior del templo, según información del Cabildo sobre el proyecto. Durante los trabajos se protegerán o trasladarán todos los bienes inmuebles del interior susceptibles de ser dañados.
Además, las cubiertas se encuentran actualmente tapadas con plástico por si lloviese y durante los trabajos se irán retirando y volviendo a colocar en caso de lluvia, “y hay zonas donde tenemos prevista una sobrecubierta para poder avanzar si de repente hay varios días de lluvia”, apunta Beautell.

Según explica la directora insular de Patrimonio Histórico, “desde el convento se pusieron en contacto con nosotros y en una visita nos traslada sor Pilar el estado en el que se encuentra el templo y las patologías que tiene y nos solicitan qué medidas de financiación puede haber porque ellas no tienen medios para abordarlo”, por lo que se planteó en Consejo de Gobierno y se aprobó esta subvención.

“Desde un primer momento, el Cabildo siempre ha echado una mano a esta casa”, afirma la abadesa del monasterio, sor María Pilar Climent, quien traslada la profunda gratitud de las religiosas. “Estamos infinitamente agradecidas y comprometidas, porque sabemos que nuestra respuesta a esa generosidad, que es de todos, de nuestro pueblo, es la responsabilidad. Y ahí va nuestro trabajo del día a día de mantener el museo abierto, organizar actividades para darlo a conocer y nuestra actividad interna, porque también trabajamos en la elaboración de las hostias para las misas, y ahora también hacemos trabajo de sublimación y de confección y bordado”, explica sor Pilar.
Además del trabajo diario de mantener el edificio para “seguir conservando este patrimonio, que es de todos. Porque un patrimonio donde se invierte pero se mantiene cerrado, sin uso, pues se pierde”, señala. “Pero lo del tejado ya nos sobrepasaba”, apunta, por lo que pidieron ayuda al Cabildo.

El inmueble tiene la consideración de Monumento declarado Bien de Interés Cultural desde 1978. La presencia de las Clarisas en Canarias se remonta al año 1547, fecha en la que llegan diez religiosas a La Laguna. En virtud de un acuerdo entre el Cabildo y los franciscanos, firmado en 1546, las monjas ocuparon el monasterio de San Miguel de las Victorias de los frailes, pero después de 30 años allí se vieron obligadas a buscar otro alojamiento.

En 1575, Olalla Fonte del Castillo se convierte en benefactora de la orden, y se compromete a levantarles convento e iglesia a las Clarisas y el 21 de diciembre de 1577 tomaron posesión del mismo. Un incendio acontecido en 1697 destruye buena parte del inmueble, que se reconstruye y abre al culto en 1700. Por tanto, la fábrica del convento en su configuración actual data del siglo XVIII.

Según relata sor María Pilar, “este monasterio hace unos 40 años, aproximadamente, estaba en ruinas y quedaban solo 4-5 hermanas”. “Se pidió ayuda a hermanas de la Península -continúa- y durante unos años estuvieron viniendo de la zona de Extremadura y Andalucía, posteriormente, en el año 87-88, hermanas de Astudillo (Palencia) conocen la necesidad y vienen a ayudar, y se encuentran con aquellas ruinas. Los principios fueron muy difíciles, aquellas hermanas dormían en las salas que actualmente son del museo, con plásticos porque el tejado había prácticamente desaparecido, y así perseveraron en medio de estas ruinas”.

Desde entonces, gracias a la ayuda del Cabildo, el Gobierno y el Ministerio de Fomento, se fueron acometiendo importantes trabajos de reforma en sucesivas fases. La última, entre 2010 y 2012, que, entre otras actuaciones, englobó el museo de arte sacro del monasterio, que abrió sus puertas en 2013.

“Nuestras palabras no son más que de gratitud hacia el Cabildo y el Gobierno de Canarias, las hermanas mayores lo dicen: Esto ha sido un milagro. Milagro físico, material, y espiritual, porque la comunidad ha ido remontando y ya somos 12 hermanas”, afirma sor María Pilar Climent, quien concluye abogando porque la gente se acerque a conocer el convento y su labor, porque “lo que no se conoce, no se ama. Y si no conocemos nuestro propio patrimonio, no lo vamos a cuidar”.

Escrito por Yazmina Rozas

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